"I esque miralo", le decia entre sollozos a su amiga, sentadas las dos en el sofa azul. A traves de la ventana a nivel del piso de la acera de aquel cuarto sumergido en el attico de un edificio de a mediados del siglo pasado se podia vislumbrar el brinco un poco fuera de ritmo de aquel quien una vez se llego a creer canto de un pajaro que deseaba comentarle al mundo que debia ser feliz.